Crónicas en Época de Pandemia

Voces Tebni Pino


Esto de haber vivido fuera del país (obligatoriamente, dígase de pasaje) por 14 años, hace a cualquier chileno recordar con nostalgia los días pasados. Sobre todo si el país que te acoge es alegre (hoy ni tanto), directo y solidario. Pero, convengamos, si digo Brasil, más de un atento lector recordará a Pelé, el carnaval, sus mujeres y, con suerte, sus grandes escritores. Entre ellos, qué duda cabe, Jorge Amado. 


Y menciono a Jorge Amado porque de su novela “Gabriela Cravo e Canela”, surgió una teleserie que nos trajo a Sonia Braga como símbolo de belleza de la mujer tropical. Pero si ahondamos algo más en su extensa obra y nos referimos a “Capitanes de la arena”, “Cacao”, Suor”, por citar apenas algunas, seguramente la barrera idiomática nos frenará y en el balance final recordaremos, quizás, la película “Doña Flor y sus dos maridos”.


¿Quién conoce a Millor Fernandes, Dias Gomes, Henfil, Érico Veríssimo o Mario Prata? 

Pero sin tener este este texto la pretensión de transformarse en una prueba de conocimientos generales, cuestión que en lo personal me carga pues siempre descubro que soy burro, coloco aquí dos piezas conocidas en Chile gracias a la tele. “Sucupira”, novela que protagonizó Héctor Noguera y que tuvo su estreno en Chile en TVN cerca del golpe militar y que las “autoridades” surgidas a partir del 11 de septiembre del 73 con el nombre original “El bien amado” pasó incólume a la ferocidad de los censores de la dictadura porque lo más probable es que no la hayan entendido, aunque se exhibió en español. 


También la teleserie brasileña “Roque Santeiro” que, al igual que Sucupira (o, El bien amado), son fruto del trabajo de Dias Gomes, uno de los más insignes escritores brasileños, de filiación política comunista que cuestiona el poder de los latifundistas del noreste de Brasil (Sucupira) o de la iglesia católica (Roque Santeiro).


Pero es aquí donde entran cuatro de los cinco escritores que se citan más arriba. Tanto Millor Fernandes como Henfil, Érico Veríssimo y Mario Prata hacen (o hicieron) de su trabajo algo en lo que Guillermo Blanco, en Chile, es un maestro. La ironía de la vida pero humanizando cada uno de sus escritos.


Veríssimo, por ejemplo, escribía su crónica semanal en una revista de circulación nacional que ponía su acento en temas humanos, del cotidiano vivir de cualquier habitante del planeta. En una de ellas contaba que no quería (ni sabía) manejar autos. Su tema sobre ruedas versaba sobre el tremendo copiloto que era. Su mujer al volante le permitió afinar su acervo de garabatos llegando incluso a crear más de uno. ¿Cambiar una rueda? Mejor que mecánico de Fórmula Uno y otros asuntos propios de quien se siente cómodo en su papel.


Henfil, por su parte, hemofílico de toda una vida hacía lo propio y clásicas son sus “Cartas a mi madre” en donde, entre ironía y leyenda criticaba de manera ácida a las autoridades, además de participar activamente todas las mañanas en el matinal de la televisión Globo. Escribió además un libro titulado “Diario de un cucaracha” luego de volver de Estados Unidos donde se sometió a todos los tratamientos de su enfermedad que finalmente acabaría con su vida. Lo interesante es que el libro tenía dos versiones. Una masculina y otra femenina. La masculina tenía la foto de una cucaracha en la portada. La femenina, no.


¿Mario Prata? Único en su especie. Clásica es su crónica sobre su divorcio provocado por una discusión con su esposa sobre la forma correcta (la suya, claro) de colocar el papel higiénico en el baño. Para él, el papel debía colgar con la hoja por delante y jamás pegado a la pared. ¿Higiene?. Nada. Solo mañas de viejo que lo hicieron abandonar el hogar y que en mi caso casi llega a lo mismo luego de discutir innumerables veces sobre la forma correcta (según yo) de amarrar el bolso con ese alambrito forrado en plástico para que no se desparrame el pan de molde.


Concluyo. Debo estar también con las mañas de viejo y lo peor. Eso no se pasa. Al contrario, lo estoy (viejo), cada día más y también cada día más mañoso. Pero diga el amable lector. ¿No es verdad que el plástico para amarrar el plástico del pan de molde se debe hacer girando la mano hacia a la derecha y no hacia la izquierda?




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Escrito por Voces

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