Adriana Cavarero: Nunca digas Mujer

Feminismo, Mujer, queer, lenguaje inclusivo,


“Personas con útero”

“Personas menstruantes”

"Personas gestantes"

"Productoras de óvulos"...

El nuevo lenguaje surgido desde las minorías sexuales, pretende borrar a la Mujer y a 200 años de lucha del movimiento feminista. Se presenta como inclusivo y progresista, pero en realidad fortalece al patriarcado y al neoliberalismo, afirma la filósofa italiana y figura del movimiento feminista mundial Adriana Cavarero, en una reciente entrevista publicada en Il Foglio


De Aristóteles a Butler, de la historia del feminismo a la ciencia biológica, Cavarero contradice uno a uno los postulados de este neolenguaje y lo revela como un instrumento de colonización mental muy bien orquestado. Transcribimos la entrevista en español para ustedes.


Nunca digas Mujer. La filósofa feminista Adriana Cavarero contra la nueva lengua que habla de “personas con útero”


Elena Ferrante la señaló como inspiradora de la Amiga Genial, solo un ejemplo de la admiración e importancia reconocida a la filósofa política feminista Adriana Cavarero. 


Fundadora con otras, en los años noventa, de Diotima, comunidad filosófica que influyó en generaciones de pensadores, activistas, artistas y políticas de todo el mundo.

Cavarero enseñó en la Universidad de Verona y publicó, entre otras cosas, El pensamiento de la diferencia sexual y Tú que me miras, tú qué me cuentas. Filosofía de la narración


Ahora Castelvecchi vuelve a proponer toda su obra, además del nuevo Mujeres que amamantan cachorros de lobo, mientras que en diciembre Mondadori enviará a la librería Ser una mujer (título provisional). 


Hace un año, entrevistada para L'Arena por Stefano Lorenzetto, observó: “La teoría del género fluido respaldada por las vanguardias lgbt es que hay personas que experimentan el cambio de sexo y serían excluidas de las categorías hombre y mujer. Su ataque más acentuado es hacia el uso de la palabra mujer. Quieren que no se diga que las mujeres dan a luz, sino que “las personas con útero” dan a luz... después de doscientos años de luchas de las mujeres por tener una subjetividad política feminista, se elimina el sujeto que ha llevado a cabo esta revolución... Se trata de una operación metafísica, fundada en la cancelación de la realidad y la percepción, escandalosa para el movimiento. Ahora que se lo he dicho, los trapos volarán ".


- Adriana Cavarero, ¿qué pasó, después de esa entrevista?

Sabía que simplemente afirmar un hecho básico de la ciencia biológica, por ejemplo, provocaría la reacción de la galaxia lgbtqi+, y sucedió. 


Está prohibido declarar que hay dos sexos, la censura es muy fuerte. Quien lo hace, según ellos, se pone automáticamente a la derecha, con conservadores, neocatólicos, reaccionarios. La neolengua prohíbe la palabra “mujer”, no se puede decir ni escribir


En un ensayo para un libro colectivo en inglés usé “women” y el editor propuso, por mi bien, sustituirlo por “personas con útero”. El título de mi ensayo habría sido: “Las personas con útero en la ficción del siglo XX”. Me negué, dejé “women”. Pero yo estoy jubilada, libre, mientras que en Inglaterra y Estados Unidos te despiden.


- Los censores imponen la neolengua en nombre de un dogma casi religioso: hay que creer en algo que no se ve, de hecho se hace la experiencia opuesta.

- Los defensores de la neolengua cuestionan el dato, o más bien el hecho, de la diferencia sexual, por lo que los seres humanos, como otros animales, se dividen en individuos femeninos y masculinos: los llamamos hombres y mujeres. Esta realidad sería una jaula teórica, un prejuicio que excluiría a quienes transitan de un sexo a otro o que no se reconocen en ninguno de los dos sexos o se auto perciben como fluidos.


- ¿Transitar de un sexo a otro no significa que hay dos sexos?

- En el interior hay muchos matices, pero desde el punto de vista lógico el tránsito se produce entre los dos polos de la diferencia sexual. La objeción habitual a quienes afirman que hay dos sexos es la existencia de personas intersexuales, que al nacer presentan órganos genitales masculinos y femeninos y un cuadro hormonal que no permite catalogarlos. Antes de la medicina moderna no se intervino, luego se implementó la práctica de “corregir” quirúrgicamente a estas personas al nacer, ajustándolas a uno de los dos sexos. Hoy se reconoce que esta operación temprana crea enormes problemas y mucho sufrimiento. 

La tesis lgbtqi+ sostiene que las personas intersex en el mundo son tantas como las que tienen el pelo rojo, pero otros estudios niegan que el número sea tan alto. 

Sin embargo, en nombre de esta realidad marginal con respecto al funcionamiento de la humanidad y la animal, se dice que, cuando escribimos o decimos que los sexos son dos, realizamos un acto culpable de exclusión contra las personas intersex, así como contra las personas fluidas sobre una base no biológica. 


La minoría de personas intersexuales se eleva a un paradigma normativo, de ahí la famosa frase “sexo asignado al nacer”, que considero una falacia de la neolengua, ya que no se aplica a la gran mayoría de los seres humanos, que es macho o hembra porque tal “aparece al nacer” como diría Hannah Arendt.


- Los protocolos de la nueva lengua prohíben las terminaciones finales o frases como “todos y todas”: hay que utilizar símbolos asterisco (*) o schwa (ə) - en la versión española estos símbolos se reemplazan por @ y e : niñ@s/niñes -

- El efecto de la nueva lengua que neutraliza la diferencia sexual es la cancelación de lo femenino, y para una feminista es asombroso, porque hemos luchado contra el uso del masculino universal. Recuerdo mi satisfacción al escuchar por primera vez en la radio “auditores y auditoras”. Ahora hay que decir "¿Buenos días a todes los que escuchan? ¿A tode el que escucha? Ridículo, además de cacofónico. 


El feminismo luchó para que la lengua reconociera la diferencia sexual, ahora el sexo femenino se oculta y se incluye en un neutro universal que es en verdad masculino.


- ¿Pero el movimiento lgbt no era nuestro aliado?

- La lucha de las mujeres también se llevó a cabo a través de la alianza con los movimientos de las minorías sexuales. De estas minorías viene ahora la pretensión de borrar a través de la nueva lengua la subjetividad femenina, que siempre ha luchado junto a ellos. Una situación que considero injuriosa.


- Sin embargo, algunas feministas parecen estar de acuerdo.

- Parte del feminismo, y de la izquierda, sufre el eterno encanto de las vanguardias subversivas, y el mundo lgbtqi+ es, en ese sentido, una vanguardia. 

El feminismo siempre se ha considerado una vanguardia en la lucha contra la opresión patriarcal y el sistema autoritario, en posición de ruptura con respecto a la tradición. Ahora una ruptura sensacional ha caído sobre nosotros con la nueva lengua de las minorías sexuales que quieren borrar la palabra “mujer”. 

A primera vista, la nueva lengua parece subversiva, y sus partidarios se presentan como revolucionarios, dispuestos a derribar el castillo patriarcal. Pero es un error garrafal, cuyo resultado es un fortalecimiento del patriarcado. No es casualidad que en la galaxia lgbtqi+ los homosexuales varones sean mayoritariamente hegemónicos. Mi posición es luchar por la libertad de las mujeres, contra la explotación y la cancelación de la subjetividad femenina.


Las feministas aliadas con la neolengua se equivocan, porque adhieren a posiciones que borran la historia del feminismo, que se usan como una vulgar marca publicitaria, sin respeto ni conocimiento de su historia y pensamiento. ¿En qué sentido eres feminista, si aceptas sustituir la palabra “mujer” por la expresión “persona con útero”? ¿Por qué la neolengua no es tan feroz a la hora de sustituir la palabra “hombres” por “personas con testículos”?


- Uno de los argumentos de los defensores de la neolengua es que sería una herramienta de inclusión.

- La neolengua gira en torno a la palabra “inclusión” como bien absoluto, mientras que el mal es la exclusión. Desconfío del concepto de inclusividad. En mi historia como estudiosa de filosofía siempre he luchado contra las palabras inclusivas universales, como la palabra “hombre”, que siempre ha pretendido ser universal e incluir a toda la humanidad, porque son expresión de voluntad de dominación. 

En la historia política a la que pertenezco, la feminista, el término inclusión estaba ausente, porque remite a una supuesta universalidad. 


En el centro de la historia del feminismo no está en absoluto la búsqueda de palabras inclusivas, sino de palabras que enfatizan la diferencia, la pluralidad. 


Esa feminista es una subjetividad que subraya ante todo su parcialidad, una parcialidad real, en carne y hueso, la parcialidad real de las mujeres que reivindican un orden simbólico y un imaginario por su sexo.

La industria de la procreación

- Otro tema central sobre el que la polémica es dura, incluso entre las feministas, es la maternidad.

- La crítica de la mística de la maternidad, el rechazo de la maternidad como destino, trampa funcional a la opresión patriarcal, forma parte de la historia del feminismo. Ha prevalecido en el feminismo, sobre todo angloamericano, una tendencia a descuidar el tema de la maternidad. Ahora pagamos el precio, porque se ha impuesto un nuevo discurso sobre la maternidad que yo llamo un “perfeccionamiento de la tesis de Aristóteles”. 

Para Aristóteles, el útero es un recipiente orgánico, encargado de la maduración del feto que luego es expulsado. Se trata de la reducción de la mujer al útero y del útero al contenedor del bebé que luego, sin embargo, pertenece al padre y no a la madre. Un imaginario que anuncia el útero en alquiler. La ingeniería genética hizo posible el sueño de Aristóteles: la madre gestante es considerada un útero puro, un recipiente al servicio de otros, adecuado para hacer crecer el embrión que le fue implantado, y convertirlo en un niño, que no es suyo. Los antiguos, con Esquilo, decían que la madre no es la engendradora sino sólo la nodriza del feto, y el niño que da a luz es, por tanto, del padre.


Ahora, en cambio, el niño es de los clientes. La industria de la procreación explota sobre todo a las mujeres más pobres, las obliga a entrar en contratos en virtud de los cuales la mujer-utero debe comer, curarse, abortar o no abortar, regular sus relaciones afectivas, dar a luz de una forma u otra, ser sedada después del parto para no molestar a los clientes con su dolor. 


Incluso los pensamientos y sentimientos de las mujeres-utero están colonizados, tienen que aceptar consejos psicológicos para no unirse al feto que llevan en su vientre. Y se enfrentan a riesgos para la salud, debido a las estimulaciones hormonales, y porque su cuerpo tiene que adaptarse para albergar el óvulo de otro, con un patrimonio genético diferente. Por no hablar del recién nacido, cuyos derechos humanos fundamentales son violados, sin excepción.


- Sin embargo, hay mujeres favorables en nombre de la autodeterminación.

- Se trata más bien de una aceptación servil del principio individualista neoliberal moderno, el que nace con Locke y con Kant. Si fueran honestas, dirían: abrazo cariñosamente el paradigma del individualismo neoliberal, funcional al mercado global, contrariamente al feminismo que, en cambio, siempre ha hablado de subjetividad relacional y ha alimentado una extrema desconfianza hacia el fetiche del individuo que se autodetermina. 

No solo la crítica feminista, sino casi todas las humanidades han denunciado desde hace tiempo la figura del individuo que se autodetermina como falso, mostrando cómo cualquier decisión está condicionada por la situación en la que nos encontramos: las mujeres pobres alquiladas como úteros sufren muchos condicionamientos materiales y culturales, aparte de la autodeterminación. 

Otro aspecto totalmente ajeno a la crítica feminista es la absolutización del deseo de maternidad y paternidad, la transformación en derecho, un delirio fomentado e inducido por la industria de la procreación. El feminismo teoriza y practica la cultura del límite y la parcialidad, en contraste directo con el sueño masculino de omnipotencia. 


Me indigna la hipocresía de aquellos, mis hermanos y hermanas de izquierda, que se dicen contrarios a la gestación comercial pero salvan esa “solidaria”, en la que la madre sustituta “dona” al niño a los clientes. 


Como prueba, traen los relatos de las “donantes” que expresan la felicidad, fruto de un marketing de la narración que sabe lo que hace. Supongamos que hay casos en los que una mujer hace un regalo de un hijo a una hermana estéril, casos muy raros que no movilizarían la opinión pública y la ley. Pero no nos ocultemos detrás de un dedo: se trata de decir sí o no a los mercados procreativos que explotan los cuerpos de las mujeres y reducen a los niños a objetos producibles e intercambiables. El problema no es complejo, como se dice hipócritamente, y la solución es aún más sencilla: ampliar la adopción.


- La teoría del género se remonta a la filósofa estadounidense Judith Butler. Ustedes colaboraron e incluso escribieron juntas: ¿creen que se ha hecho un uso de sus teorías que va más allá de las intenciones de la autora?

- Butler es una pensadora brillante, generosa y capaz de evolucionar, porque sus intereses sobre el género, desarrollados en los años noventa, se han trasladado ahora a temas como la vulnerabilidad, la precariedad y la no violencia. 

En aquella época imperaba en el feminismo angloamericano la tesis de una distinción entre el sexo (sexo biológico) y el género, entendido como la construcción cultural de lo femenino y lo masculino. Butler sostiene que no sólo el género, sino también el sexo es una construcción cultural, es decir, que incluso el sexo biológico, lejos de ser un mero hecho, es efecto del discurso. 

De ahí la reapropiación por parte del mundo queer de la tesis de Butler, enfatizando en decir que el sexo con el que nacemos no es un hecho que nos clava en una identidad sexual sino algo que depende de nuestra autopercepción, fluida y modificable. 

Extremando estas premisas, del mundo queer surgió la nueva lengua de la que hemos hablado.


No creo que este resultado estuviera en las intenciones de Butler. Creo que en ella hay conciencia con respecto a las consecuencias de sus tesis juveniles, y también una cierta vergüenza con respecto al daño que le ha hecho al feminismo, del que siempre se ha declarado defensora.

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Escrito por Lucía Escobar

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